El miedo de los dictadores a la red

13 02 2011

Aquí presume todo el mundo de haber derrocado a Hosni Mubarack, porque como ocurrió en España cuando murió el dictador, que aparecieron antifranquistas hasta de debajo de las piedras cuando en realidad contra Franco sólo lucharon los comunistas, a la victoria de Egipto se ha apuntado hasta Barack Obama, que junto con sus predecesores ha sido uno de los que más ha consentido la supervivencia del Rais, hoy en desgracia.

La información en libertad es el arma más demoledora que existe, y gracias a Internet hoy en día casi ningún sátrapa está seguro.

Eso lo saben todos y por esa razón en Irán no han informado de lo que pasaba en Egipto y en China o en Cuba, por ejemplo, se trabaja eficazmente para hacer inviable el acceso libre a Internet.

El Kalashnikov que se utiliza en las revoluciones de hoy se llama blog y las balas que disparan y hieren mortalmente a los liberticidas son las palabras.

La pregunta que mucha gente se hace en estos momentos en los que se está hablando del efecto dominó de Túnez y Egipto es “¿Por qué nadie protesta en La Habana?”  A esta cuestión se ha dado respuesta la editora del Wall Street Journal, Mary Anastasia O’Grady que ha dicho que “la diferencia más impactante entre Cuba y Egipto es el acceso a Internet.

En un informe elaborado por Freedom House en marzo de 2009 sobre Internet y la censura a los medios digitales en todo el mundo, Egipto ocupó el puesto 45 (de un total de 100 países), un poco por debajo de Turquía, pero por encima de Rusia. A Cuba le correspondió el lugar 90, con una censura mayor a la de Irán, China y Túnez. Mientras tanto, el servicio de telefonía celular en Cuba es demasiado caro para la mayoría de la población.

También argumenta que “en el arte de las dictaduras Mubarack no le llegaba ni a la suela de los zapatos a los hermanos Castro que son notablemente más represivos”.

En Cuba a base de mucha fé, empeño, riesgo y habilidad para piratear sofwares, personas como la  reconocida y premiada bloguera  Yoani Sánchez, consiguen a duras penas hacer oir su voz, pero el eco de la respuesta nunca llega, al  menos, por ahora.