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La señora que sigue siendo oficialmente la primera dama de Francia, aunque después de haberse conocido que su pareja le ha puesto unos sonoros cuernos no se sabe ya cuál es su situación en el ranking de mujeres a las que presta atención el jefe del Estado del país vecino, está buscando una salida digna a esa situación, y no se cómo no la encuentra porque es fácil saber donde está la puerta de salida del Palacio del Eliseo y la puerta de entrada del despacho de sus abogados.
Valèrie Trierweiler, que sólo es pareja de François Hollande, porque no están casados ni por lo religioso, lo civil ni lo militar, está empeñada en seguir cumpliendo con la que antes de conocerse el lío del Presidente francés con la actriz Mulie Gayet era su agenda oficial, y le está echando públicamente un pulso y tirando por tierra una tradición secular francesa que convertía a las amantes en señoras dignas.
No crean que me he vuelto loco y que hoy voy a hablar con temas del corazón. Yo como mucho hablo de asuntos de faldas que son más divertidos porque los del corazón solo me preocupan cuando mi cardiólogo me cuenta lo mal que lo vé.
Yo siempre he valorado la tolerancia de la sociedad española en estos asuntos porque todos – salvo los salvajes machistas y los homófonos recalcitrantes – asumimos con naturalidad el trasiego público y privado de unas camas a otras, siempre que se dejen limpias las sábanas.
Aquí jamás ha sido ni será un asunto de Estado un lío de faldas o de pantalones – que se todo tenemos en la historia de nuestros representantes institucionales sin olvidarnos de la judicatura que últimamente está muy activa en ese terreno – porque vivimos en un país en el que afortunadamente lo que ya no perdonamos es la corrupción, la injusticia y los abusos, pero en los otros asuntos nos parecemos a los demócrata cristianos, que son cristianos desde la cabeza al ombligo y demócratas de cintura para abajo.
Pero regresando al dolor de cabeza que padecen Hollande y su pareja provisional, no entiendo cómo no resuelven su disputa de una forma discreta y digna, porque si no lo hacen pronto el presidente francés va a acabar mereciendo el calificativo de » picha floja» que le dedicó una compañera del partido socialista cuando sólo era candidato a las primarias en su partido, aunque entendido en su acepción de pusilánime porque en su literalidad sería injusto llamarle de aquella guisa.
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